jueves, 7 de mayo de 2009

¡Lo lograste!


Saben lo mucho que deben trabajar los deportistas para lograr su objetivo y llegar a la meta, son muchos sacrificios, pruebas, tentaciones, no logran sus objetivos en días o en meses sino en años y a veces muchos años, pero cuando llegan a esa carrera esperada, a ese campeonato, no están desesperanzados, todo lo contrario, están confiados, llenos de esperanza, dan la pelea hasta el ultimo momento, hasta el ultimo respiro, hasta la ultima gota de sudor; con la vista fija al frente, seguros de poder, sin dudar un instante. Y al fin luego de tanto perseverar, de tanto luchar, llegan a la meta y reciben el tan preciado galardón.

Imaginan el orgullo, la satisfacción de sus padres, de su entrenador, de esas personas que le apoyaron, que le dieron fuerzas cuando pensó que ya no daba mas y que todo había acabado, cuando ven a esa persona o ese familiar que siempre le apoyo incondicionalmente, al momento de llegar y recibir el galardón, es indescriptible el regocijo de ambas partes, de quien lucho y de aquel que tuvo la fe de que llegaría; las palabras no son suficientes, un simple “sabia que podías, lo lograste” significa mucho en ese momento. Y el recibimiento en su ciudad o país, el aeropuerto lleno de personas, suenan los tambores, te estrechan la mano, te abrazan, algo que no puedes explicar.

Nosotros podemos llegar a la meta, Jesús esta a nuestro lado diciéndonos “tu puedes vencer este mundo, yo lo hice”. El se hizo hombre, apartándose de su condición de Dios (Pues El es en el Padre y el Padre en El), fué humillado, tentado y crucificado, pero venció y nos dice que nosotros podemos vencer, no podemos fallarle, debemos mantener la vista fija en el galardón. Jesús aboga por nosotros ante el Padre, no podemos desmayar, debemos mantenernos firmes hasta el último respiro, sin mirar atrás. Y al igual que El venceremos la muerte, cuando seamos levantados y recibamos al igual que Jesús la vida eterna en el reino celestial, porque mas que herederos, somos coherederos con Cristo junto al Padre.

Imaginas allá en el cielo, imaginas los toques de trompeta, los Ángeles cantando, Jesús sentado a la derecha del Padre, orgulloso de haber sido nuestro guía y ejemplo, nuestro instructor, diciendo “Por el fui a morir, sabia que no me defraudaría” y nuestro padre celestial recibiéndonos y diciéndonos, ¡Bienvenido, lo lograste!

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